De vez en cuando, las leyendas llegan en avión. Cuando Wayne Shorter se baje en Ezeiza junto a los integrantes de su cuarteto para presentarse el jueves en el Gran Rex, traerá en su equipaje, aunque no precise pasarlos por la aduana, cincuenta años de jazz y del mejor pop, que lo tuvieron como partícipe necesario. Entre muchas presencias memorables, fue el saxo tenor y soprano del quinteto de Miles Davis (en lo que probablemente sea su mejor época), fue cofundador junto al tecladista Joe Zawinul del grupo más potente que haya dado el jazz rock, Weather Report, el único que, casi en contradicción con su nombre, ha logrado superar las inclemencias del tiempo. Además ha sido invitado a tocar con Joni Mitchell -quien ha contado que asistió al momento en que Davis le pasaba la herencia-, Steely Dan y Milton Nascimento, entre otros.
Este notable saxofonista nació en Newark, una ciudad cercana a Nueva York, hace casi 80 años. Su rostro, casi sin arrugas, parece desmentir tajantemente esa edad. Lo mismo ocurre con su música, que no detiene su búsqueda y frente a la cual su entusiasmo parece realmente infatigable.
En su anterior presentación en Buenos Aires, una de las actitudes más llamativas del grupo era verlos sorprendidos con lo que escuchaban cada uno del otro. No estaban fingiendo y atendían con una sonrisa lo que les llegaba de los demás. Siendo todos sus integrantes músicos solistas, no ensayan, tocan lo que les trae la inspiración del momento. “El escenario es el lugar donde sale el trabajo interior de cada uno de nosotros”, afirma Shorter, para quien la falta de trabajo previo resulta el secreto del sonido del conjunto.
No se trata de preservar la espontaneidad, ni de una apuesta a la inspiración del momento. Hay casi una filosofía en esto, a la que Shorter vuelve una y otra vez, vía telefónica, desde su departamento en Nueva York. Explica: “Es lógico, no podría suceder de otro modo. Como no ensayamos, todo lo que ocurre es nuevo incluso para nosotros. Se disfruta más de esta manera, sin que hayamos pasado horas hasta alcanzar lo que otros llamarían perfecto, La música que surge en el escenario está más acorde a los tiempos que corren: nadie sabe qué va a suceder el próximo minuto. Tenemos que encontrar nuevas maneras de enfrentarnos a lo desconocido, a que suceda lo inesperado, algo de lo que no se tiene experiencia previa. Hay que enfrentar con coraje y nobleza la experiencia de la eternidad, todo es frágil, todo es temporario, en la aventura de estar vivo”.
Y al ser un grupo de solistas, ¿no hay algo así como una competencia de egos? En efecto, se trata de músicos con mucha experiencia, y a su vez venimos de zonas distintas, Danilo Pérez y John Pattitucci tienen cierta familiaridad con lo latino, pero todos estamos acostumbrados a movernos entre territorios diferentes. También la música nos enseña a aceptar las diferencias Cuando se cruzan territorios, no hay batallas de egos, todo es una oportunidad de aprender. En cada momento, en cada microsegundo, todo lo que hacemos tiende a engrandecerse.
Usted definió alguna vez el jazz como el gran traductor universal. El lugar donde puede encontrar toda la música. De hecho en uno de sus últimos discos, el grupo interpreta una pieza del repertorio clásico, una obra de Félix Mendelssohn.
El jazz, eso que se llama jazz, debe ser algo que nace en el momento. Cuando digo en el momento, es hacer algo sin ninguna referencia anterior. El jazz es una suma de esfuerzos para estar en el momento, y cuando se logra estar en el momento siempre aparece algo que no sonó antes. Para hacer jazz, hay que romper las reglas, hay que tener la vocación para mantenerse cerca de otra clase de músicas. Es mantener la música con vida. No repetirse jamás, no hacer lo mismo mil veces porque eso nos deje millones de dólares. Esos millones son como un parpadeo en la historia de la eternidad. El jazz es algo que viene a nosotros y que nunca le llegó a nadie antes. Eso mismo hace que lo queramos compartir con los demás. No es que lo sepamos todo de antemano, lo vamos descubriendo, vamos develando el misterio de ser humanos sin llegar nunca a resolverlo del todo. La vida es algo que debe ser permanentemente honrado. La música por la música en sí, sin segundas intenciones, sin atarse al mercado, es una forma de que la vida tenga real valor. Para quienes tocan y para quienes escuchan.
El ambiente del jazz suele quejarse de que no son estos buenos tiempos para su género. Shorter hace como que se ríe y no deja avanzar la pregunta, que incluía su experiencia con Miles Davis y los muchos grupos que armó una vez que salió de allí y cuya estética pasó a la historia como hard bop. Un estilo que marcó los fines de la década del ‘60 y comienzos de los setenta. Con escasas concesiones al mercado pero sin el desenfreno y las discordancias de su otra vertiente contemporánea, el free jazz, donde todo era improvisación y no atarse a regla alguna.
“Es un buen tiempo para toda profesión que sea creativa. La gente que antes se preocupaba exclusivamente por la economía y los negocios hoy busca ocuparse en cosas que sean creativas, que mejoren su vida, no que la haga más rica en término de dinero. Hay cosas que no se compran.” Los últimos discos de la gran Joni Mitchell la tienen como ladero indispensable, se trate de discos casi de jazz (como Mingus ), melancólicos y algo retros como Both Sides Now , además del último, Shine , en el cual el saxo de Shorter aparece cada tanto, pero para darle ese toque único a cada tema. Wayne le devolvió la gentileza participando del disco de homenaje a Joni armado por Herbie Hancock, su socio en el quinteto de Miles y con quien compartiera luego más de un disco de dúo para saxo y piano “Joni Mitchell es una peleadora, recuperó la música de Charles Mingus, y tuvo que luchar mucho para que se lo aceptaran en la grabadora. Y ha trabajado, sin salirse nunca del pop, con sonidos disonantes, lo que no es nada habitual. No podría decir que trabajar con ella haya cambiado mi música, fui a sus discos para llevar lo que sé hacer. Para eso me convocó.” Hay un rato para elogiar al presidente norteamericano: “Obama es un hombre que se preocupa por formarse, que se compromete con lo que hace, y sigue adelante pese a las críticas. Lo siento cerca de mi modo de ver las cosas. Hace que salga el superhéroe que está en todos nosotros.” Y se despide con una incógnita antes del recital porteño: “Nunca sabemos qué va a pasar, no estamos atados a nada, nuestra música es celebrar lo que hay de sagrado en la condición humana. No sé qué diablos (ojo, no es una traducción literal) haremos, aunque tenemos una base para arrancar.” Y cuando se le pide que no se olvide de tocar Footprints , una bellísima balada, la promesa es bien al estilo de la leyenda de Wayne Shorter: “Lo haremos, sí, y trataremos de que la gente lo reconozca... ”
Fuente: 07.06.2011 | Por Marcos Mayer Especial Para Clarín
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